Diario La Razón
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El sueño griego de Simone Weil
Gerardo De la Concha
Sábado, 14 de abril de 2012
/ Jaime

Ilustración Rafael Miranda Bello La Razón

Entró a la caverna. Sus pasos eran leves y apenas advertía algunas sombras, que parecían fugarse si las miraba. ¿No se supone que los seres están encadenados aquí? Ella estaba sola, aunque esa era la condición de su vida. Los seres más admirables siempre están solos: son santos o héroes, pensadores o poetas. “En el abismo o en la cumbre, Simone, nadie los acompaña en realidad”. Dios también está solo, en toda su eternidad y omnipotencia, aunque su esencia sea el amor.

Nosotros somos la compañía de Dios. Esta caverna representa la miseria humana, aunque tenga una abertura hacia la luz. Continúa hacia adelante, Simone. ¿No amas a Dios desde niña?

En los sueños no hay tiempo ni espacio. Aunque seguía en la caverna y escuchaba ruido de cadenas (algunos hombres se agitaban encadenados), de pronto no había a su alrededor ni fantasmas ni condenados, sino los vio a ellos, espléndidos con sus armaduras y sus cascos, brillantes al Sol, eran los guerreros griegos cantados por Homero; tan numerosos y valientes, resignados a su destino, dejando atrás el ancho mar y yendo en sus carros por los caminos de la guerra, dispuestos a dominar o a perecer.

“Serán más queridos de los buitres que de sus esposas”. Las espadas refulgentes y esas lanzas implacables hacían que pensaras en la carne herida. Pero los hombres de armas actúan dura y locamente y no les importa ese dolor del vencido.

Como cuando el fuego destructor cae sobre un bosque espeso;
Por todas partes en remolino lo lleva el viento; entonces los fustes
Arrancados, caen bajo la presión del fuego violento;
Así el atrida Agamenón derribaba las cabezas
de los troyanos que huían.

Su maestra en la escuela le hacía recitar los versos de La Iliada. Ella quería pensar en Dios y no en esos griegos oscilantes entre la tragedia y la belleza, atrapados en una línea de sombra, en el uso de la fuerza que somete pero también prisioneros del destino ciego, al cual simboliza la balanza de oro de Zeus:

En ese momento Zeus padre desplegó su balanza de oro.
Colocó dos partes de la muerte que siega todo,
Una para los troyanos domadores de caballos, otra para los
Griegos acorazados de bronce.
La tomó por el medio, fue cuando bajó el día fatal para los griegos.

Y ahora en la caverna le quedaba claro, no era el valor ni la determinación ni tampoco el liderazgo de un jefe esclarecido, lo que proporciona la victoria, se trataba de una especie de justicia, pero ciega que castiga a los hombres como una ley del talión inevitable: “Es equitativo, se mata a los que matan”. Y esto significa que la oscuridad trágica abarca a todos, a los vencedores y a los vencidos y hundidos en esa noche, ni los vivos ni los muertos despiertan, alejados de la luz para siempre.

Y sin embargo, en esos griegos hay algo perdido para siempre, que los reivindica eternamente, una conciencia sobre el significado de la fuerza y del destino, que ningún otro pueblo ha expresado con su arte o su filosofía.

Simone Weil permaneció inmóvil en la caverna. Los guerreros griegos se desvanecieron. Pero recargado en un muro vio el cadáver de Héctor lleno de polvo y de sangre, tan solitario, tan digno de compasión al haberse convertido en un despojo. Quiso correr junto a él, pero no pudo. En esta caverna se conoce el espanto, no la piedad. Ni siquiera tú, Simone, eres capaz de lavar esas heridas, a pesar de la ilusión de tus sacrificios, pues nada puede redimir a la muerte.

En su sueño, sola y cansada, Simone comenzó a llorar. Temblaba un poco cuando un viento helado le arrebató la calma y entonces echó a correr y siguió derramando lágrimas, poseída por la desesperación. No lo olvides, muchacha, allá está la luz, acércate lo más posible. Pero si lo sueños lo aquietan todo y tú estás en medio de la tormenta, como en una revuelta. No lo olvides, más allá del mundo pero con amor suyo inescrutable depositado en él, Dios te necesita. Te espera. Al despertarse, ella creyó haberlo comprendido todo.


Sus obras

  • » La persona y lo sagrado (1942)
  • » La fuente griega (1943)
  • » La torpeza y la gracia (1947)
  • » El conocimiento sobrenatural (1949)
  • » El arraigo (1950)
  • » Carta a un religioso (1951)
  • » La condición obrera (1951)
  • » La fuente griega (1953)
  • » Pensamientos desordenados concernientes al amor de Dios (1962)
  • » Venecia salvada (1940)
  • » Poemas (1968)


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